Bien comĂșn, despuĂ©s del magisterio social pontificio del Papa Francisco se dice: Tierra-Techo-Trabajo como garantĂa universal de la dignidad humana. Cuando el cristianismo nace como teologĂa, a diferencia de la religiĂłn de Estado vigente, realiza dos tareas profĂ©ticas: 1) afirmar la existencia de un Dios trascendente para destronar a los falsos dioses inmanentes que ocupaban el poder polĂtico esclavizando econĂłmicamente a los pueblos; 2) afirmar el principio de creaciĂłn del mundo por parte de Dios para deslegitimar a los falsos propietarios, acumuladores de todos los bienes al costo de la vida de la mayorĂa de los seres humanos. Nada cambiĂł, ni la apropiaciĂłn, ni el creo. No por azar, el fundamento de la Ășltima encĂclica social de la Iglesia catĂłlica, Laudato Si, es el dogma de la creaciĂłn y la antropologĂa trinitaria. Ambos principios de fe justifican la denuncia magisterial social pontificia del actual pontĂfice latinoamericano de una economĂa que mata: por concentraciĂłn de la riqueza -que podrĂĄ ser legal pero, si excluye, se torna ilegĂtima-, y por relaciones sociales individualistas egoĂstas. El dogma de la creaciĂłn es el fundamento incuestionable para que los cristianos catĂłlicos de buena voluntad puedan salir al mundo y denunciar la apropiaciĂłn ilegĂtima de la Tierra, el Techo, y el Trabajo practicada por falsos dioses. ApropiaciĂłn que se torna ilegĂtima cuando no respeta el lĂmite moral del uso universal de los bienes creados como garantĂa de la vida digna. Principio incuestionable de la tradiciĂłn catĂłlica, tal como lo señalĂł Santo Tomas de Aquino.
Como es sabido, la Ătica TeolĂłgica es una sola Ă©tica, aunque con dos caras, una social y otra bioambiental, y todo estĂĄ conectado, dice Francisco. Por consiguiente, no serĂa posible hacer Ă©tica teolĂłgica catĂłlica sin tener en cuenta el cuerpo de las personas de manera integral, es decir en relaciĂłn con su ambiente y sus medios de supervivencia digna de un ser humano. Eso se verĂa tan contradictorio como ser dueño de mineras -o de sus acciones en la bolsa de comercio-, y manifestarse ecologista en los salones distinguidos de la sociedad. AdemĂĄs, la cara social de la Ă©tica teolĂłgica catĂłlica deberĂa preguntarse si su nicho de reflexiĂłn son solo las virtudes privadas, o si tambiĂ©n incluye las prĂĄcticas pĂșblicas justas que atiendan el clamor de la tierra y de los pobres para garantizar la paz real, no augusta. Si esto Ășltimo queda fuera de discusiĂłn para esa disciplina, me pregunto: Âżno deberĂa terminarse de una vez por todas con el discurso descalificador hacia los eticistas sociales catĂłlicos cuando Ă©stos denuncian la causa econĂłmica de la injusticia, diciĂ©ndoles que eso no es teologĂa sino polĂtica? SegĂșn mi opiniĂłn, ningĂșn eticista de la teologĂa social catĂłlica deberĂa excusarse cuando lo acusan que su discurso a favor de los empobrecidos no es teologĂa sino polĂtica. Por el contrario, deberĂan sentirse orgullosos porque, como dice el Papa Francisco: la polĂtica es la forma mĂĄs alta de caridad.
Veamos quĂ© pasa en AmĂ©rica Latina hoy. Miles de cuerpos son enterrados en medio de la pandemia a causa -no de un virus, el cual es su detonante, sino- de un sistema social que, por no garantizarles el mĂnimo de Tierra-Techo-Trabajo como bien comĂșn, los ha dejado a la intemperie, sin agua potable y con trabajos precarizados. En AmĂ©rica Latina, en los prĂłximos tres meses, 16 millones de personas mĂĄs quedarĂĄn en la calle segĂșn los datos de la CEPAL. Atender ese clamor: Âżno deberĂa ser prioritario de una reflexiĂłn moral social catĂłlica situada? Sin embargo, con dolor vemos discursos egoĂstas, aun entre los sectores medios-bajos, oponiĂ©ndose a un salario universal propuesto por el PontĂfice, e impulsado por los movimientos sociales mediante ajuste fiscal a la riqueza. En general, esa oposiciĂłn discursiva se fundamental sobre el argumento el derecho inalienable a la propiedad privada -aun sabiendo con datos comprobables-, que estĂĄ concentrada en el 10% de la poblaciĂłn mundial.
En tiempos de pandemia muchos acadĂ©micos se lanzan a escribir columnas, artĂculos y hasta libros, diciendo que es de buen samaritano âcuidarâ a los pobres, porque no tienen nada. Me pregunto si ese discurso del âcuidadoâ, en Ășltima instancia, no alimenta el mismo discurso soberbio del egoĂsmo social. Pienso eso porque, a mi modo de ver -desde la TeologĂa del Pueblo-, los pobres no necesitan âcuidadoâ sino ârespetoâ. Dos puntos de partida diversos. Por el contrario, a los pobres se les debe el reconocimiento econĂłmico justo por el âcuidadoâ que hacen gratis con su trabajo. Invito a pensar la cosa de otra manera, es decir, que a los pobres no se los cuida, sino se los ârespetaâ simplemente porque âestĂĄn acĂĄ vivosâ. Son parte de la CreaciĂłn, obra de Dios Padre, redimida por Dios Hijo, y animada por Dios EspĂritu Santo, en plena unidad y amor. Respetar a los seres humanos que estĂĄn acĂĄ, en este planeta, vivos, significa respetarles su derecho inalienable a la vida digna, mediante el acceso justo a la propiedad privada -para cada habitante de este planeta- de la Tierra, del Techo y del Trabajo, no como elemento suntuoso sino como mĂnimo social bĂĄsico para la subsistencia digna. Si se les devuelve lo que les pertenece, solo por âestar acĂĄ vivosâ y ser hijos de Dios en Cristo, no hace falta cuidarlos, no son niños, ni minusvĂĄlidos. Como dijo el Papa Francisco a los Movimientos Populares, ellos tambiĂ©n âpiensan se organizan y hacenâ. Los pobres son seres humanos plenos que, no solo se cuidan solos, sino que, ademĂĄs, cuidan al resto de los seres humanos -porque trabajan por ellos aun en medio de una pandemia-, y cuidan al planeta poniendo sus cuerpos para que no incendien el Amazonas, no abran mineras, no contaminen los rĂos, incluso ahora, en medio de la pandemia, como estĂĄ denunciando la REPAM.
Esos cuerpos que nos cuidan con sus âtrabajos esencialesâ, son los que estĂĄn engrosando las listas de los muertos por el Covid19. Esto abre interrogantes antropolĂłgico-teolĂłgicos profundos para los eticistas sociales catĂłlicos: ÂżQuiĂ©n cuida a quiĂ©n? ÂżQuiĂ©n trabaja para quiĂ©n? ÂżQuiĂ©n se queda con los bienes de quiĂ©n? ÂżDe quiĂ©n es el Bien comĂșn? En tiempos de Covid19, no existe eticista cristiano catĂłlico teĂłlogo que, haciendo uso de la palabra pĂșblica -es decir, haciendo polĂtica-, no intente justificar sus argumentos a favor de los pobres sobre la categorĂa de Bien comĂșn. Eso es algo justo y necesario. Sin embargo, la mayorĂa de las veces, vemos con tristeza que, lejos de poder justificar nuestras propias posiciones ante una mirada secular insensible, apenas podemos explicarlas con claridad y convicciĂłn para nuestros propios fieles. A mi juicio, eso nos sucederĂĄ siempre que no podamos poner contenido concreto a la categorĂa de Bien comĂșn.
En AmĂ©rica Latina y el Caribe, un continente mayoritariamente cristiano, y catĂłlico, la inequidad social muestra la brecha mĂĄs grande del mundo. Eso significa que la distancia entre ricos y pobres es la mĂĄs amplia del planeta. Eso nos hace responsable a todos los catĂłlicos, y puede significar dos cosas: o que si los ricos no son cristianos catĂłlicos, o que si los ricos son cristianos catĂłlicos no todos entienden lo mismo por Bien comĂșn. Si esto Ășltimo fuese asĂ, los eticistas sociales catĂłlicos deberĂan unirse regionalmente y reflexionar situadamente -a partir del Evangelio, la TradiciĂłn TeolĂłgica CatĂłlica y la Doctrina Social de la Iglesia-, como se âdiceâ hoy Bien comĂșn.
La categorĂa Bien comĂșn es el eje central de todo discurso cristiano catĂłlico, no sĂłlo ahora, en medio de una crisis econĂłmica mundial, sino a lo largo de muchos siglos. La Doctrina Social de la Iglesia define el Bien comĂșn como condiciones sociales que garanticen la dignidad humana. Por lo tanto, en un continente donde la mayorĂa amplia de su poblaciĂłn vive por debajo de la lĂnea de pobreza, sin tener garantizadas socialmente por el Estado las condiciones mĂnimas de subsistencia, la vida digna no es posible y la opera omnia de la Ă©tica social teolĂłgica catĂłlica estĂĄ inconclusa -al menos en esta parte de la creaciĂłn.
Laudato Si es la Ășltima de las encĂclicas social, y al igual que la primera –Rerum Novarum-, y todas las que entre una y otra se promulgaron, tiene en el centro de su mensaje a la persona del trabajador. Ese trabajador que en el siglo XIX y XX era explotado por un sistema econĂłmico sin lĂmites morales, ahora en el siglo XXI estĂĄ descartado. Eso significa que su cuerpo no vale nada. Ni siquiera puede venderse como mercancĂa. AdemĂĄs, vemos con tristeza, que ese sistema econĂłmico no se contentĂł con explotar ser humanos solamente, sino que fue por el planeta mismo. Como resultado, los clamores se multiplicaron. Ahora, no solo calman los pobres, sino tambiĂ©n la hermana madre tierra, como la llama el Papa Francisco.
En la encĂclica Laudato Si, el Papa Francisco habla de una crisis ecolĂłgica, que es socio-ambiental, ya que estĂĄ en peligro la vida de los pobres trabajadores descartados, tanto como la Casa ComĂșn. Sin embargo, aquellos que gozan de una posiciĂłn social y econĂłmica aventajada, se han encargado de hiper visibilizar la crisis ecolĂłgica, y de invisibilizar la crisis social -seguramente por estar confundidos respecto al alcance de la categorĂa de Bien comĂșn, lo cual nos abre un desafĂo profesional a los investigadores del ĂĄrea. El Papa Francisco sostiene, en la encĂclica, y en cuanta oportunidad tiene, que la crisis ecolĂłgica, socio-ambiental, tiene raĂz humana. Eso significa que una parte de la humanidad vive al costo de la vida de otra parte de la humanidad y del planeta, siendo responsable de la situaciĂłn indigna de ambos. Como todos y todas sabemos, la dignidad. Dicho de otro modo, todos los teĂłlogos catĂłlicos eticistas estamos de acuerdo en que por el solo el hecho de âestar acĂĄ vivoâ, un ser humano tiene derechos mĂnimos al uso de los bienes de la CreaciĂłn para garantizar su subsistencia. QuizĂĄs, no todos estamos bien informados de por quĂ© eso derechos mĂnimos son, como dice el Papa Francisco: una Tierra para Trabajar y construir un Techo para cuidar una familia. SĂłlo es cuestiĂłn de estar conectados.