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Escuchar como principio de Ser Humano: Aprendizajes del Sínodo de las Periferias

El pasado 12 de octubre me uní al enlace que compartieron varios participantes de la sesión Haciendo Teología Desde las Periferias Existenciales.[1] Esta reunión auspiciada por la Sección Migrantes y Refugiados establecida por el Papa Francisco fue la culminación del proyecto sinodal de escuchar las voces desde las periferias globales. Las presentaciones resumen los informes regionales que describen la metodología, estrategias de acercamiento, participantes, observaciones y aprendizajes que surgieron durante el proceso.

Las presentaciones y los informes son impactantes.[2] El informe desde la región de Oceanía, por ejemplo, plantea algo que resulta ser un reto tanto ético como existencial. Sin embargo, también resulta ser un reto ontológico que cuestiona a la vez que enriquece nuestro entendimiento de cómo es Dios. La presentadora planteó claramente los retos éticos y existenciales que acechan a los pueblos y gentes de la región. Sencillamente, los impactos del cambio climático, en específico el calentamiento global, son una amenaza profunda para toda la región. Muchos de sus pueblos, que incluyen zonas como Papúa Nueva Guinea, las Islas Polinesias, y Nueva Zelandia entre otras naciones insulares, ya viven la inminente desaparición de sus territorios por el alza en el nivel del mar, además de los efectos destructivos de las tormentas masivas que frecuentemente arrasan con sus poblados, cosechas y ganados. El cambio climático representa un reto ético para estas poblaciones – y las iglesias que los acompañan – por la necesidad de tener que desplazarse a zonas más elevadas o dejar atrás por completo sus pueblos y naciones para moverse a otro continente.

Sin embargo, la presentadora habló de un reto ontológico que frena el impulso ético a la migración. Para muchos de los pueblos de esta región, Dios se ha expresado, está presente, y se relaciona con sus pueblos y sus gentes en la tierra, la Madre Tierra, para ser más precisos. Las islas, las aguas, las cosechas, la flora, la fauna, la tierra misma – todo esto es expresión de amor Divino, y por ende es constitutivo de su ser. Dejar esas islas y tierras, convertirse en migrantes, no es una opción porque acabaría violando el propio ser de Dios y su identidad como pueblo de Dios. Una cita de parte de uno de los participantes del diálogo sinodal me comunicó este concepto de manera clara: “Miles de años antes de que naciera Abraham, Dios ya estaba aquí trabajando con mi pueblo.” (Informe de Oceanía, 17). ¿Cómo hablar de Dios cuando su expresión concreta en la Creación está en peligro? ¿Cómo consideramos ético el convertirse en migrantes y refugiados ambientales cuando la identidad de un pueblo está ontológicamente arraigada a un terreno y una región? ¿Qué significan los conceptos ‘bienvenida’ e ‘integración’, elementos claves de la ética y justicia migratoria, frente a las identidades de los pueblos de Oceanía y la identidad de Dios? ¿Cómo definimos nuestro deber con el ‘prójimo’ cuando su sufrimiento es directamente causado por el consumo del petróleo, desperdicio de recursos, y destrucción ambiental de los pueblos y naciones más privilegiadas del mundo?

El Sínodo sobre la Sinodalidad constituye un reto a la iglesia global a ser más iglesia, en esencia, a ser más humanos. El Papa Francisco estableció el Sínodo porque entiende que escuchar de manera sinodal es parte de la identidad de ser pueblo de Dios. Más allá de esto, el acto de escuchar representa un principio esencial de ser humano (referente al verbo ser a diferencia del sujeto ser humano), o principio hermanador, como nota José Ignacio González-Faus, SJ.[3] No sólo nos hacemos personas o gente en comunidad, cómo nos recuerda Francisco en Fratelli Tutti #87, sino que también nuestra humanidad depende de nuestra habilidad de escuchar al otro desde su realidad y vulnerabilidad existencial. La misma es constitutiva de nuestro ser humanos porque representa una expresión importante del soplo del Espíritu Santo sobre las aguas del caos existencial al que pertenecemos.

Pero, cómo responder concretamente al contenido, contexto, y sujetos a los que escuchamos resulta ser mucho más retador. Sobresale el ejemplo del proceso sinodal en Alemania,[4] la metodología e interpretación de los obispos de ese país, y su recepción e interacción en el Vaticano.[5] En juego está la dinámica entre la sinodalidad desde abajo – escuchar el sentir y vivir de las experiencias de los laicos, agentes de pastoral locales, la juventud, familias, y la sinodalidad desde arriba “que permite vivir de manera específica y singular la dimensión colegial del ministerio episcopal y del ser eclesial.” (“Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que Peregrina en Alemania,” #3).

Escuchar como principio de ser humano no es solamente atender a los signos de los tiempos para poder emprender el círculo pastoral de ver-juzgar-actuar que caracteriza la doctrina social de la Iglesia. Este escuchar va mucho más allá. Escuchar representa abrirnos al impulso del Espíritu que nos presenta una realidad más completa y compleja de cómo y quiénes somos a la luz de ser Pueblo de Dios, y hermanos y hermanas en Cristo. Desde esta perspectiva, el Sínodo sobre la Sinodalidad nos da permiso para entablar esos diálogos retadores desde dónde el Espíritu está haciendo algo nuevo – y a la vez algo sumamente antiguo – como las palabras desde Oceanía, que es el estar presente y hacer su tienda entre nosotros.

Cabe decir que esto implica que mi humanidad nunca se da por completada. Está siempre en proceso de humanización y hermanación junto al ser humano de todo el pueblo. Para mí esto quedó en relieve escuchando y leyendo los informes del proceso sinodal desde las periferias. ¿Quiénes somos a la luz de los reclamos sobre la destrucción ambiental que acecha la relación con la tierra de los pueblos de Oceanía? ¿Cómo nos relacionamos con Cristo y nuestras hermanas cuando escuchamos el grito esperanzado de las mujeres traficadas a la prostitución en países en África y otros continentes? ¿Cómo entendemos a la iglesia como madre prestando atención a las mujeres laicas y religiosas de las Filipinas, Hong Kong y Vietnam, que son las que llevan la pauta de todo el quehacer pastoral de las iglesias locales sin recibir ningún mérito o nombramiento eclesiástico? O, como lo compartió la presentadora desde América Latina, ¿de qué manera nos ponemos en posición como seres humanos y como Iglesia – literalmente – en lugares específicos de marginación y periferias, de escuchar como tarea humanizadora y hermanadora?

El proceso sinodal en el que nos encontramos, entendido de esta manera, requiere ese acercamiento a las periferias que describe Francisco en Fratelli Tutti al analizar la parábola del Buen Samaritano. Con los informes del proyecto “Hacer Teología desde las Periferias Existenciales” tenemos un modelo no sólo de cómo lograr este reto eclesial, sino un modelo de cómo entrar de lleno en esa retadora vocación de ser humanos.

[1] Migrants and Refugees Section, Doing Theology from the Existential Peripheries (12 de octubre, 2022), https://youtu.be/1KRTpklI034.

[2] Migrants and Refugees Section, Publications, https://migrants-refugees.va/es/recursos/publications/.

[3] José Ignacio González-Faus, SJ, Proyecto de Hermano: Visión Creyente del Hombre, 3era edición (Santander: Editorial Sal Terrae, 2000).

[4] María Paz López, “Los Caminos del Camino Sinodal,” La Vanguardia (6 de febrero, 2022), https://www.lavanguardia.com/vida/20220206/8037006/camino-sinodal-iglesia-catolica-alemania-celibato-papa-mujeres-homosexuales.html.

[5] Papa Francisco, “Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que Peregrina en Alemania” (29 de junio, 2019), https://www.vatican.va/content/francesco/es/letters/2019/documents/papa-francesco_20190629_lettera-fedeligermania.html.