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Fin de la luna de miel entre Francisco y la prensa hegemónica

Fin de la luna de miel entre Francisco y la prensa hegemónica

Emilce Cuda

 

A más de dos años de su pontificado, y a menos de dos meses de su visita al corazón del imperio, el discurso del papa latinoamericano se radicaliza y la luna de miel con los medios hegemónicos parece llegar a su fin. Sin embargo, su visita a Estados Unidos no es al corazón del imperio sino a la primera Iglesia Católica que reconoce, desde el siglo XVIII mucho tiempo antes que Roma, la República Liberal Democrática como garantía de la dignidad humana, siendo la primera voz católica crítica de un liberalismo económico sin límites morales, pero apologista ante la Santa Sede de los principios fundamentales del liberalismo político: libertad e igualdad.[1] Por consiguiente, el discurso de Francisco no solo está en concordancia con las raíces de ese catolicismo americano, sino que además lleva al espacio de lo público la voz de los sin voz, la de los pueblos  latinoamericanos. Esto genera una reacción en cierto sector de la prensa y al mismo tiempo señala la presencia pontificia más viva que nunca.

En consecuencia, su palabra divide la opinión de la prensa en dos en ambos hemisferios, algo que lo alinea con su antecesor y lo antagoniza de viejos modernos enemigos del catolicismo -el liberalismo económico y la izquierda liberal. Pero al mismo tiempo lo pone, como tercera posición, en sintonía con parte de los aciertos de los gobiernos de la región, por lo cual la prensa lo acusa de tocar la música populistas sin percibir que su discurso es evangélico y no peronista. Por eso, aunque el mismísimo Adam Smith criticara “la Indolencia y vanidad de los ricos…”, o el Manifiesto Comunista afirmara que “hasta el papa se une en santa cruzada…”, más de un siglo después el pontífice romano –fiel al Evangelio- se pone del lado del pueblo pobre y trabajador, criticando un sistema económico inmoral. Escándalo para un  liberalismo sin límites éticos; locura para un marxismo laicista; impulso renovado para una pastoral misionera.

El papa viaja en el 2015 de un extremo a otro del continente americano, y de sus modelos democráticos –liberales unos, populares otros. Como jefe de Estado, pero de autoridad moral transversal a las fronteras geopolíticas, se constituye en una amenaza cuando profetiza en su última encíclica que el mundo, y no solo el Reino de los Cielos, es también de los pobres. Sin pedido de disculpas,  denuncia que la causa de la inequidad está en un sistema capitalista sin límites, sostenido por una hegemonía cultural. Esto hace que cierto sector de la derecha norteña lo acuse de marxista, y que la izquierda europea relegada lo aclame como la nueva “papinter”.[2] Sin embargo, algunos más informados, lo determina como  populista. A todo eso digo -en términos neoplatónicos: ni lo uno, ni lo otro; todo y nada de todo.

Traducir las categorías teológicas de un papa que es claro y distinto me parece una redundancia yoica que prefiero evitar porque, según parece, no está más a la moda política. Por el contrario, y a tono con el viejo estilo medieval, entraré en debate con los primeros adelantados de la prensa hegemónica en explicar críticamente al pontífice -adelantados digo, porque no cayeron en la también pasada de moda acusación setentista de marxista, como sí lo hacen los pretendidos ilustrados que desconocen la particularidad de la política latinoamericana. Saltaré, entonces, la comentatio de Francisco y pasaré directo a la disputatio con dos Hermes del sistema: el periodista argentino Carlos Pagni, principal columnista del diario argentino La Nación, y opositor postulativo del gobierno nacional y popular de Néstor y Cristina Kirchner;[3] y el politólogo boloñés Loris Zanatta, reconocido académico italiano, especialista en la relación Iglesia-Estado de Argentina.[4]

Por un lado, Pagni sostuvo que Bergoglio, al elegir  nombrase Francisco, marcó con ese gesto su pretensión de ir más allá de lo que hasta ahora fue la Doctrina Social de la Iglesia en su reivindicación de los pobres y excluidos. En mi opinión, esto no debería asombrar a nadie porque, desde los sinópticos hasta el Documento de Aparecida -si no entendí mal-, la opción de la Iglesia de Cristo es por la parte del pueblo que son los pobres, es decir por el ochlos excluido, y no por el demos incluido. El problema es que esa opción –según percibe Pagni- ahora en América Latina se presenta “enmarcada en categorías políticas y económicas afines al populismo”, y este mensajero opina que el pontífice argentino disimula –dicho de modo general- las demandas insatisfechas por los gobiernos populares locales. A mi modo de ver, el desacuerdo entre la prensa crítica y el papa profeta está en saber qué se entiende por demandas insatisfechas, ya que para unos es la inseguridad y para otros la pobreza como su causa directa. Según Pagni, se asiste en esta gira latinoamericana a “la versión más atrevida de la concepción socioeconómica del Papa”, lo cual puso en evidencia que “la “tercera posición” de Bergoglio suscribe al magisterio de la Iglesia, pero más “a su atracción por el peronismo” –dicho como si eso fuese pecado, y no la pobreza que el papa denuncia, además de dar por supuesto, Pagni, que corrupción política y populismo son sinónimos.

Por otro lado, según Zanatta, Francisco “causa un gran temblor político”, porque sus visitas son “pastorales”. Muchos se deben estar preguntando –hasta quizás el mismo Zanatta-, por qué el papa no retoma la vieja discusión sobre la consustancialidad entre el Padre y el Hijo, algo bien dogmático, en lugar de ocuparse de la teología económica –nombre con el que se denomina al discurso de Dios sobre su creación, y a la práctica liberadora de los cristianos como colaboradores en el camino histórico hacia la escatología-, y de querer “tener olor a oveja”. Como buen politólogo, reconoce que compete a la religión “ordenar” el campo de la política, y desconoce -a conciencia- la especificidad de la teología en los fundamentos políticos de la cultura. Por eso considera que los presidentes latinoamericanos que peregrinan hacia Roma hacen un “uso” propagandístico del pontífice, en lugar de pensar que quizás responden a la voluntad de un pueblo pobre que es católico en sus raíces culturales, siendo ese otro modo de legitimación política por fuera del Estado de derecho.

Cuando el boloñés opina que “sus diatribas [refiriéndose al sucesor de Pedro] en contra de la economía de mercado son simplistas y no ayudan a combatir la pobreza, y que su forma de demonizar el dinero recuerda la que en un tiempo la Iglesia reservaba al sexo”, parece olvidar –aunque no ignorar- que poner en la economía sin límites morales la causa del conflicto social es algo de larga data y amplio espectro ideológico. Decir que el dinero es un fetiche que, como significante vacio, pretende ocupar el lugar del inefable Absoluto, y que los mercaderes son cosa non-santa, está en el Evangelio antes que en El Capital, y en la patrística y la monástica antes que en la Teología del Pueblo o el populismo peronista. Pero si algo acierta Zanata es que por fin la Iglesia se mueve de la zona de la pelvis –como escuché decir a un obispo en Bogotá-, y parecería que la abstinencia de interés desmedido, en la cultura del descarte, es más temida que la castidad.

Debe reconocerse que estamos ante dos profesionales que saben distinguir entre liberalismo y marxismo por un lado, y populismo por otro. Por eso mismo no desconocen que estamos ante un papa que ha optado verdaderamente por el pueblo respetando las aspiraciones de cada cultura en particular, incluso sus elecciones democráticas. Entonces, cuando le critican al papa no denunciar ciertas cosas en América Latina, muestran una práctica conocida de los medios hegemónicos, aquella mediante la cual, con sus preguntas, buscan inducir una respuesta, marcando así la agenda del debate político. Instalando como problema los efectos ocultan su causa verdadera: la inequidad del sistema. Sin embargo, habemos en Francisco: un político legítimo que no responde preguntas sino que las planta; un papa soberano que no claudica ante las expectativas mediáticas de lo políticamente correcto; un teólogo pastoral que no habla del efecto de la inseguridad, sino de las causas de una cultura que mata.


[1] Cf.: Cuda, Emilce, Democracia y Catolicismo en Estados Unidos, Ágape, Buenos Aires, 2010.

[2] Cf.: Discurso de Gianni Vattimo, Discurso en el Foro Internacional por la Emancipación y la Igualdad, Buenos Aires, 12 al 14 de Marzo de 2015.

[3] Cf.: http://www.lanacion.com.ar/1809890-una-fase-mas-audaz-del-mensaje-de-francisco

[4] Cf.: http://www.lanacion.com.ar/1809124-un-papa-propenso-a-abrazar-las-raices-del-populismo-latinoamericano