Francisco en Chile: recta final de los preparativos para la visita de 2018
por Claudia Leal Luna
Mientras Francisco realiza por estos días el primer viaje de un pontífice a Myanmar y Bangladesh, en Chile los preparativos para su visita en Enero próximo entran en su recta final. Ha habido polémicas luego de que se hicieran públicas las cifras que costará la visita y se cuestionara la petición abierta a hacer donaciones para cubrir la suma.
Se han escrito columnas apostando por lo que podría o no cambiar a partir de su visita en una Iglesia local agobiada por su irrelevancia pública y por el descenso en los niveles de confianza en la institución… pero también es de notar que una importante encuesta ha mostrado que el 80% de los chilenos ve esta visita como algo positivo para nuestro país y que en la página web de la Comisión preparatoria hay ya 18.000 voluntarios inscritos, listos para ponerse a trabajar en lo que sea necesario.
Los periodistas están ansiosos por ver una salida del protocolo, los profesores de la universidad quieren regalarle sus libros, los niños le preparan dibujos, los hermanos peruanos y argentinos se organizan para venir a verlo a este lado del continente y las diabladas nortinas (esos grupos que le bailan a la Virgen hasta tres días seguidos) ensayan sus coreografías para hacérselas ver.
En este movido escenario, quisiera destacar los esfuerzos que la Comisión de la Conferencia Episcopal para la visita del Papa está llevando a cabo para recepcionar el mensaje de Laudato Si’ y hacer de este encuentro una experiencia de ecología socio-ambiental.
Y no se trata solamente de recoger y reciclar toda la basura que necesariamente se generará en eventos multitudinarios, sino de dar contenido a esa visión que muestra que todo está en relación, y que cuando hablamos de ecología nos referimos también a la economía, a la situación de los trabajadores, al ritmo de la vida familiar, y a un largo etcétera donde debemos incluir todas las instancias de relación del ser humano con su ambiente y de los humanos entre sí. Esa afirmación, repetida de muchas maneras en la encíclica, ha sido fundamental para que ella traspase las fronteras de la tradición cristiana y se instale con comodidad en el ámbito académico y político, y por eso no es raro en Chile ver comentando Laudato Si’ no sólo a teólogos, sino también a biólogos, ingenieros, sociólogos y profesores.
En este ámbito el mérito de Francisco es el de insertarse con naturalidad y decisión en una larga tradición que durante los siglos XIX y XX fue consolidando la convicción acerca de que: “La acción en favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva”[1].
Otro hito culminante de esa reflexión – antecedente ineludible de Laudato Si’ – son las recordadas palabras de Pablo VI en Populorum Progressio: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser auténtico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre” (15). Se trata, en el fondo, de una maduración moral de la afirmación de un Dios Creador; ese contenido de fe que tanto amamos, y que venimos repitiendo como comunidad en cada eucaristía – al menos – desde Nicea, no tendría sentido si no experimentásemos la urgencia de co-crear relaciones justas.
Una variante bastante lógica de este espíritu es definir líneas de acción para que la visita papal sea “sustentable”; que se disponga de información transparente sobre todo lo que concierne a gastos y que se rinda cuenta pública al término de la visita, que las personas lleven sus propias botellas a los eventos para recibir agua, que se tomen medidas para reducir la huella de carbono generada por el desplazamiento de miles de personas y que la convocatoria a las actividades – así como la conformación del voluntariado – sea inclusiva, entre otras.[2]
Una dimensión menos obvia de este carácter ecológico es la que se deja ver en algunos de los eventos contemplados en el programa de Francisco en Chile, por ejemplo, la visita que llevará a cabo el Papa a la cárcel de mujeres de la comuna de San Joaquín, Santiago; se tratará de un encuentro personal, casi íntimo, donde los protagonistas tendrán la oportunidad de mirarse a los ojos y dejarse interpelar en primera persona por las palabras y gestos que tengan lugar.
Fue Francisco quien eligió estar ahí con ellas, con esas mujeres que en la mayoría de los casos no sólo pierden su libertad, sino también sus vínculos de pertenencia afectiva, sus redes sociales y viven invisibilizadas para el resto. Este encuentro personal de Francisco con las mujeres encarceladas de Santiago de Chile es un acto de socio-ecología donde, por un determinado tiempo que escatológicamente tiene aspiración de eternidad, Francisco podrá ser para ellas el rostro de un Dios amor cuya justicia no juzga a ciegas, sino que restaura en la dignidad de ser hijas de un Padre amoroso que sondea el corazón como ningún otro lo puede hacer.
Dependerá de quienes seamos testigos de los pasos de Francisco, que la conversación acerca de los temas que emergerán durante esos días continúe y rinda fruto y, especialmente, que los más desamparados entre nosotros no solo sean visibilizados sino que se sienten a la mesa como un hermano más.