Resumen:
En este texto deseo presentar como el concepto de la mancha ha permeado la estandarización de los cuerpos, entre ellos los menstruantes, y como la mancha como mandato religioso y social, entra y se instaura en el ocultamiento de la sangre menstrual y éste a su vez en la invisibilización del dolor menstrual. Así que, para tejer un camino diferente de emancipación menciono tres ideas radicales con el objetivo de ser propositiva a partir de una mirada bioeticista y de salud pública[1] ante esta sociedad que ha ignorado a quienes menstrúan con dolor.
Abstract:
In this text I want to present how the concept the stain has permeated the standardization of bodies, including menstruating bodies, and how the stain, as a religious and social mandate, enters and is established in the concealment of menstrual blood and this, in turn, in the invisibility of menstrual pain. So, in order to weave a different path of emancipation, I mention three radical ideas with the aim of being proactive, in response to a bioethical and public health perspective that has ignored those who menstruate with pain.
Resumo:
Neste texto apresento como o conceito de mancha permeou e afetou a padronização dos corpos, em especial os menstruantes; e como a mancha, desde o mandato religioso e social, tem se imposto na ocultação do sangue menstrual e este por sua vez na invisibilidade da dor menstrual. Sendo assim, para tecer um caminho diferente de emancipação, partilho três ideias radicais com o objetivo de sermos proativas em uma perspectiva bioética e de saúde pública diante desta sociedade que tem ignorado quem menstrua com dor.
La experiencia de una menstruación con dolor me llevo a cubrirme exageradamente cuando tenía mi menstruación y ahora que lo pienso veo que tenía un comportamiento heteronormativo desde el cumplimiento al mandato de no manchar-me ¡cómo si el no manchar fuera a quitar el dolor por menstruar! No sé si a todas las personas que han menstruado con dolor desgarrador les pase, pero a mi sucedió y por eso quiero iniciar con mi propia historia y es que nunca me había manchado hasta hace poco. Ese día antes de salir de mi casa sentí que me podía bajar mi menstruación, así que como una mujer con temor a la mancha me puse una toalla ecológica y salí a una reunión, luego de camino a casa sentí como las personas me miraban de manera ¡peculiar! Y cuando entré a mi casa me di cuenta de que me manché e inmediatamente sonreí, se preguntaran ¿por qué sonreír? si debía sentir vergüenza al romper el mandato de no manchar, pero, por fortuna cuento con la Educación Menstrual en mi vida, así que eso no se me pasó por la mente. Pero mi sonrisa fue ¡porque me manché sin dolor! Y esto que me sucedió me puso a pensar en lo que quiero acá desglosar desde mi ser sentipensate y la escritura fina de autoras que me ayudaran a sustentarlo.
En este sentido, mi texto se dividirá en tres partes, en la primera busco aludir al significado de la mancha. En un segundo momento, deseo realizar una analogía de la mancha y el dolor menstrual y, por último, estimo unas ideas radicales para manchar sin dolor.
Significado de la mancha
Nuestros cuerpos han sido colonizados, domesticados, silenciados y blanqueados con productos de ideologías puritanas, sociedades sin pensamiento crítico y también de herencias filosóficas y teológicas con teorías dualistas de nuestra corporalidad. Estas son razones por las que la mancha no es permitida como lo alude Ramírez “El concepto de higiene sustituye al de santidad impuesta por el catolicismo, es sinónimo de impoluto, pulcritud e impecabilidad, es decir, que no tiene pecado ni mancha” (2022, pág. 133). Esta herencia no solo la recibimos si no que no la impusieron, convirtiéndose a la persona que se manchara en una indecente, sucia, indiscreta, pues, quien deja su mancha pasa la norma no solo cultural si no también consumista. En esto el capitalismo es el que más le ha logrado sacar provecho desde la higienización y estandarización de los cuerpos. En cuanto el cuerpo menstrual se convirtió en un cuerpo que se debe limpiar, pues la sangre menstrual por ser tabú se tenía que ocultar. Esa ocultación de la mancha menstrual paso por “la higienización del cuerpo [como] un tema recurrente en la publicidad de productos farmacéuticos, que apuntaron a civilizar las costumbres vinculadas a la gestión de fluidos corporales mediante la instalación de hábitos de limpieza personal” (Tarzibachi, 2017, pág. 125). Lo anterior ha dejado un significado con un peso higienista donde la mancha no tiene lugar y donde el ocultamiento, el silencio y la norma prima por encima del fluir de la sangre, convirtiéndose la mancha en el silencio de los cuerpos que menstruamos.
Analogía de la mancha y el dolor menstrual
Así como se normalizó la voz baja para pedir una toalla para la protección menstrual, normalizando ese ocultamiento. También se normalizó no decir nada ante un dolor menstrual. La norma de invisibilizar la mancha es la misma norma para ocultar el dolor, pues ambas vienen del tabú menstrual. Empeorándose este mandato del ocultamiento y siendo más colonizante al llegar las nuevas tecnología que hicieron promesas para el ocultamiento de la mancha de qué no se notaría, ni se sentirían las toallas y los tampones, promesas que todo sería de color azul, presentándose el blanquimiento por doquier y el disciplinamiento de los cuerpos. De esa manera se buscó dejar atrás “la desidentificación de este viejo cuerpo menstrual que, por el uso de tecnologías caseras y reusables, fallaba en la ocultación de la menstruación” (Tarzibachi, 2017, pág. 126). Así que, ya nada se notaría y entonces no se tendría que hablar de la menstruación y menos de lo que ocasionaba, pasando el dolor menstrual a ser un síntoma imaginado por quienes hacían referencia a este, una sintomatología imaginaria ocasionada por la psiquis (Naranjo, 2020). Ignorándose el dolor menstrual del cual se tenía evidencia desde los médicos hipocráticos. Pero se decidió no atenderse y dejarlo en el ocultamiento, igual que la mancha. Así, no se dejaría rastro de la mancha, ni del dolor. Y si alguien cometía la mancha, inmediatamente se debía sentir culpable por la sociedad culposa que quiere imponerse, y si alguien, pronuncia su dolor menstrual se estandarizó decir es lo normal cuando menstruas y como si fuera un mandato divino que ser mujer tuviera que doler. Marta Hoz en su texto “Es lo normal mujer” nos encarna como el dolor menstrual se convirtió en algo normal. “En mi edad adulta llegué a normalizar el dolor menstrual incapacitante que padecía, ese dolor que trascendía los días de regla, que me acompaña en mi trabajo ocho horas sentada tras un escritorio, al que se le había sumado el dolor en las relaciones sexuales que hacía que evitara el sexo (…) [a] los treinta me convertí en una mujer frustrada, incomprendida, sola, rara…y, sobre todo, con una mochila llena de dolor, de mucho dolor, tanto físico como mental” (Hoz, 2021 pág,66). Deseo expresar que esta narración experiencial de Marta evoca en mi una adolescente que después de tener una menstruación de dolor desgarrador no quería salir a socializar y creo que el dolor al igual que la mancha nos deja un sentimiento de no querer dejar la marca que hemos manchado que hemos sufrido en una cama mientras baja la sangre. Esta idea quedará para otro texto, pero el dolor menstrual afecta la autoestima y la manera de socializar con el mundo exterior que ignora y no les da lugar a los cuerpos pausados por el dolor menstrual.
Ideas radicales para manchar sin dolor
Regresaré a la sonrisa que me dio al ver mi toalla al tope de mi sangre menstrual y ver mi pantalón con pintas de sangre de color rojo vivo. Y esa sonrisa como estuvo acompaña de tranquilidad y también de una risa irónica al sistema que nos quiere higienizar y recalcar el mandato de la sangre sucia y mala. Pero ¿qué cambia esta narrativa en mí? Lo que la cambia, como ya lo he dicho es tener en mi vida la educación menstrual. Es decir, es ser una mujer que me pregunto por la emancipación del dolor menstrual desde los criterios que brinda la educación y la salud menstrual. Por eso, apuesto que la primera idea radical es impartir una educación encorpada que arroja una metodología desde la educación emancipadora, tal como lo alude Carolina Ramírez “la educación menstrual la concibo como el conjunto de prácticas intencionadas a la transformación de las narrativas menstruales que condicionan de forma negativa la experiencia corporal, emocional y psíquica de mujeres, niñas y otras personas que menstrúan” (Ramírez, 2022, pág. 27).
Otra idea radical que concibo desde un camino de resistencia ante el sistema hegemónico patriarcal es habitar nuestro cuerpo territorio y para ello, pienso en dos posibles maneras de hacerlo: primera, descolonizar el cuerpo. Esta descolonización del cuerpo nos pone ante la resistencia de endiosar un sistema que ha tenido sus fundamentos médicos a partir de experimentos con mujeres esclavas afro-estadounidenses. Ellas, no tuvieron el privilegio de cuestionar, pero quienes les precedemos y las recordamos sí tenemos esa potestad de ser sabedoras de nuestro cuerpo y desde allí tener la claridad de cómo nos relacionamos con la ginecología occidental. Otro posible camino es descolonizar la enfermedad, cuando pienso en estas categorías, inmediatamente se me viene a mi mente el pueblo indígena Mapache (El descubrimiento de Europa, 2021, pág. 192), esta comunidad cree que no existe la enfermedad, en este sentido, el cuerpo no enferma si no que busca un proceso de equilibrio desde la cura. Retomando esta idea ancestral y llevándola a la salud menstrual, el dolor menstrual está mostrando algo que la sociedad no permite que veamos. La menstruación con dolor indica que hay un desequilibrio hormonal y verlo a la cara posibilita una autogestión de esa condición y un llamado a la Salud Pública para que se tome enserio la Salud Menstrual fuera de los parámetros reproductivos. Las anteriores ideas son acciones poderosas y necesarias, pero, es difícil hacerlo cuando has estado inmersa en una sociedad con una violencia estructural que normalizó el dolor cuando menstruas, ser mujer puede doler y mucho más cuando asistes a la especialidad de ginecología y callan tú dolor con anticonceptivos, por eso, parto de la idea de decolonizar el cuerpo para de esa manera habitarlo y decolonizar la enfermedad, para así, poder escuchar-se.
En conclusión, necesitamos manchar el mundo sin dolor menstrual. Necesitamos manchas que surgen del afán del día entre los cuerpo rebeldes que no se preocupan por manchar y que no temen hacerlo, al igual que no se tensionan de cuándo va a llegar su menstruación esperando un dolor que incapacita. Urgimos de cuerpos que no esperan dolor y que no temen mancharse. Cuerpos decolonizados y libres que abrazan las ideas radicales para abolir el tabú menstrual y que brinden pensamientos emancipatorios llenos de resistencia y escucha constante a nuestra salud menstrual.
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Referencias:
Castro, A. (Ed.). (2011). Vidas con dolor. Antipersona.
El descubrimiento de Europa. (2021). Descolonizar la enfermedad. https://issuu.com/eldescubrimientodeeuropa/docs/pdfdigital-descolonizar-eddeall
Naranjo Quintero, V., & otros. (2020). Hermenéutica, estética y (bio) política: Reflexiones de problemáticas actuales. http://dspace.ups.edu.ec/handle/123456789/18749
Ramírez Vásquez, C. (2022). Educación Menstrual emancipadora –. Alcaldía de Medellín.
Tarzibachi, E. (2017). Cosa de Mujeres: Menstruación, género y poder. Sudamericana.
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[1] Este texto viene en uno de los mejores momentos de Colombia que es el lugar en el cual vivo y de donde escribo. Cuando aludo a los mejores momentos me refiero a que en la actualidad se ha aprobado en Colombia la ley de la Endometriosis y también es posible el aprobatorio de la Licencia Menstrual, que, si bien ambas tienen muchas aristas y retos, son grandes pasos para eliminar la violencia que vivimos quienes menstruamos en este mundo.