Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país; ustedes que dicen: “¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que podamos vender el trigo? ¿Cuándo pasará el sábado, para que vendamos el grano a precios altos y usando medidas con trampa y pesas falsas? ¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas, aunque sólo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta el desecho del trigo! El Señor ha jurado por la gloria de Jacob: “Nunca olvidaré lo que han hecho.” (Am 8,4-6)
Son tantos los acontecimientos de injusticias en el mundo que, en momentos, puede dar la impresión que no hace falta continuar apostando o soñando en un tiempo distinto, y la ansiedad crece. Simultáneamente, informaciones que van y vienen, golpeando nuestras cabezas de noticias sobre la violencia aconteciendo por doquier. Y tenemos que parar, sentir el latir de nuestro corazón y pensar desde dónde y a qué vamos a prestar atención. Y, más todavía, a quienes vamos a escuchar.
Llega a mi memoria el profeta Amós, principalmente, el capítulo 8 que está directamente vinculado al capítulo 7, en el cual se narra sobre las visiones del profeta. En ambos capítulos se destaca el verbo raá “ver”. En cap. 7 Dios le muestra algo, y el profeta ve lo que Dios hace o va hacer. Sin embargo, en el cap. 8, junto con la pregunta ¿Qué ves, Amós? (8,2b), que Dios le hace al profeta, percibo que se trata de un ver, que parece invitar al discernimiento. Esto es, en el sentido de distinguir, separar, para que pueda ver más allá de lo aparente. Me inscribo, entonces, en una comprensión de discernimiento no como la búsqueda de un saber teórico, sino como un saber práctico, lo que nos lleva por el campo de la ética y, todavía más, de la ética cristiana.
Por lo anterior, entiendo que la pregunta que Dios hace a Amós, es una invitación a abrirse a los signos de los tiempos, en el marco de la liberación y, por lo tanto, en el marco de la denuncia de las opresiones que sufren los ebión ´los pobres´, ´necesitados´. Entonces, para que el profeta pueda cumplir su misión tiene que ver, conocer el mundo en que vive. O como afirma Ramos Regueira (1995), refiriéndose al marco conceptual de la pastoral fundamental:
Para que la Iglesia cumpla su misión, es necesario que escrute los signos de los tiempos, que conozca el mundo en que vivimos con sus esperanzas y aspiraciones, que escuche también a través de su vida la voz de Dios que le señala caminos para su misión (…). Cuando hablamos tantas veces en la teología pastoral del conocimiento de la situación como fuente de la acción pastoral en la Iglesia, estamos refiriéndonos a este tipo de conocimiento que, traspasando lo fenomenológico, confronta lo analizado con el evangelio y descubre los caminos para la actuación de la Iglesia en esa misma realidad. (pp.111-112)
Es después de ese ver, que en cap. 8, 4-6 se pone en acción el significado y la responsabilidad de la función profética. Se trata de la explicitación de los acontecimientos, evidenciando, al mismo tiempo, quiénes son responsables de lo que está sucediendo, pero también, muestra sobre quiénes recaen esas acciones. Pero, además, la acción profética está también relacionada con el anuncio de otro orden posible:
“Vienen días en que todavía se estará cosechando el trigo cuando ya será tiempo de arar el campo, en que aún no se habrá acabado de pisar las uvas cuando ya será tiempo de sembrar el trigo. Por montes y colinas correrá el vino como agua” (v.8,11).
Lo inevitable parece cesar y la esperanza pasa a tomar fuerza. La opresión, la angustia, la violencia, el tener que sufrir no se hicieron cargo de la incertidumbre que caracteriza la vida misma. Por lo contrario, el mundo aparece como un campo abierto de posibilidades, y lo vivido tiene lugar entre opciones de resultados deseados. De ahí, la importancia de una imagen de Dios que te provoque con preguntas. Preguntas que permitan movilizarte dentro de la pertenencia mutua del miedo y la esperanza. Y que te sacan de “las incertezas abismales que plantean: destinos injustos para los pobres y sin poder, y apropiación del mundo para los ricos y poderosos” (Boaventura de Souza, 2016, p.90).
Polaridades que impiden la perspectiva ética del Dios bíblico –
Es en épocas como las que vivimos, en la actualidad, en las que se corre el riesgo de esas polaridades entre miedo y esperanza, determinando órdenes y estableciendo destinos para las personas vulnerabilizadas. Por eso, es urgente preguntarnos sobre cuál es nuestra perspectiva sobre Dios, principalmente, cuando nos llamamos personas cristianas.
La manera como pensamos Dios nos posibilita o impide una mudanza de relación entre seres humanos y con el entorno. Y, más todavía, nos posibilita o impide denunciar las injusticas y anunciar un mundo distinto. La pregunta que Dios hace al profeta Amós, está vinculada a cómo el profeta piensa Dios. De tal manera, que puede reconocerlo y, al entrar en relación, puede escucharle, puede dejarse afectar por él. Y, más, dejarse provocar para poder cumplir su misión. Dicho de otra manera, quiero alejarme de pensar Dios fuera de la historia, o un Dios mágico que hace acontecer todo sin mi afectación y, por lo tanto, sin mi responsabilidad, sino “que el Señor, su Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al emigrante, dándole pan y vestido. Amarán al emigrante, porque emigrantes fueron en Egipto” (Dt. 10:17–19). Es en esta relación que afirmo sobre la importancia de la perspectiva ética del Dios bíblico.
Se trata de un Dios que no hace una pregunta para definir algún concepto que se pueda responder teóricamente, sino que lo invita a ´ver´. Con ese ´ver´, el profeta se conecta con su propio cuerpo para llegar a los demás. Para tocar la situación que están padeciendo los otros. En este sentido, lo saca de sí mismo. Si no nos dejamos tocar por los demás, sino colocamos nuestra mirada en las realidades concretas en las que están inmersas las personas no podremos sentir, inclusive, no podremos sabernos parte y, por lo tanto, no podremos hacer el trabajo que, inclusive, ya Dios hizo. El Dios del Éxodo 3, 1-12, es un Dios que se revela en el afecto, en el sentir profundo, en el amor. En la comunión sin distancia con su pueblo. Un Dios que escucha el clamor de su pueblo. (Ex 3,7).
Por lo anteriormente dicho, es que sugiero una perspectiva ética del Dios bíblico, para que no corramos el riesgo de corromper nuestras acciones, en nombre de un Dios legitimador de proyectos que hacen vivir sólo a unos pocos, en detrimento de una gran mayoría de personas, a quienes sus gritos o clamores no son escuchados. Más bien, son normalizados, naturalizados y, por lo tanto, sin posibilidad de vivir, al estilo de Dios que hace vivir (Ex 3, 13-14).
La perspectiva del Dios ético nos tiene que provocar, como personas cristianas, a prestar atención a datos como, por ejemplo, correspondientes al último informe de la CEPAL: “el 1% de la población posee el 50% de la riqueza mundial; con el 8% de la población, América Latina y el Caribe acumula el 32% de las muertes ocasionadas por la pandemia “, “la tasa de pobreza extrema en América Latina habría aumentado del 13,1% de la población en 2020 al 13,8% en 2021”, “En 2021, además, el desempleo a nivel regional habría afectado al 11,8% de las mujeres, 3,7 puntos porcentuales por encima de la tasa de desempleo de los hombres (8,1%)”, “37.6 millones de personas jóvenes afrodescendientes viven en condiciones de desigualdades en América Latina y el Caribe. Realidad agudizada por la pandemia de Covid 19” (Informe CEPAL, 2021). Y estos, sólo por mencionar algunos datos.
Cuando la esperanza supera al miedo, entonces, aparece ese rostro del Dios ético que nos invita a ver, para denunciar y, sobre todo, anunciar un mundo distinto, a partir de acciones distintas. Invita a no dejarnos atrapar en la desesperanza y permitir que el miedo nos atrape, hundiéndonos en una incertidumbre abismal (Boaventura de Souza, 2016).
Por todo lo anterior, cuando optamos por una perspectiva ética de Dios, es una invitación a activar la esperanza y superar el miedo. Es una propuesta de reconocerlo con el profeta, como dios de la vida que hace una elección ética. Sus preferidos son las personas pobres y sufrientes de todo tiempo y lugar. Pero, que no le gustan los sacrificios ni cuando los pobres son abandonados. Ofender a los pobres, mujeres y hombres, engañarlos es ofenderlo a él (Is. 1,11-17). La perspectiva ética de la revelación del Dios Bíblico me permite llegar a la ternura, al gesto Amoroso de Dios.
La perspectiva ética de Dios, me conecta con la figura de María, en el Magníficat (Lc 1, 46-55), donde María se revela a los creyentes como una mujer solidaria con el sufrimiento humano. A su vez, anuncia a su gente el fin del cautiverio, el comienzo de un nuevo éxodo en el que esperan la liberación de Dios. Por eso, en el contexto cristiano, María se asocia a la alegría de haber participado en el proyecto salvífico de Dios con la humanidad (Bingemer y Gebara, 1999).
Por último, la perspectiva ética del Dios bíblico invita a ir por otros rumbos, a desentrañar acciones y provocar miradas distintas de aquellas que tratan de petrificar situaciones y generar relaciones clasificatorias y sometimientos de personas y de la naturaleza.
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Bibliografía de referencia
RAMOS REGUEIRA, J. Teología Pastoral, Madrid: BAC, 1995
DE SOUSA SANTOS, Boaventura, “La incertidumbre, entre el miedo y la esperanza” en Revista Casa de las Américas No. 285 octubre-diciembre/2016 pp. 89-95.
https://core.ac.uk/download/pdf/144049557
Bingemer, L., María Clara; Gebara, Ivone. María, Mujer Profética. Cristianismo y Sociedad. Madrid: Paulinas, 1999.