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Multiplicación de los panes y la ética de la convivencialidad: Leyendo el Evangelio según San Mateo 14,13-21

El texto de la multiplicación de los panes tan conocido e, inclusive, muchas veces, puesto en práctica por personas y comunidades comprometidas con el mensaje de Jesús, es un texto que conocemos no sólo por la comunidad de Mateo, sino también que se encuentra en Marcos 6,30-44, Lucas 9, 10-17, Juan 6,1-14, aunque en esta ocasión nos aproximemos desde Mateo, no perderemos de vista los otros enfoques.

Leer los textos bíblicos, por un lado, como mujer, negra, caribeña y, por otro lado, como europeo pobre viviendo en Centroamérica, nos compromete, en primer momento, a tener presente algunas dimensiones interpretativas.

¿Desde dónde?

Es decir, desde cuál o cuáles inquietudes de la realidad vivida nos motiva hacer la lectura del texto. Por lo tanto, en esta ocasión me dejo tocar por la investigación, titulada “Los diferentes rostros del hambre en Centroamérica”, presentada en un foro de forma virtual por las organizaciones humanitaria Acción contra el Hambre, COOPI, Trócaire, Oxfam y We World-GVC.[1] En esta, entre otras cosas se señala que:

  • En la actualidad el 86 % de las familias (ocho millones de personas) viven en inseguridad alimentaria en el “Corredor Seco”, habitado por más de 10 millones de ciudadanos y que abarca los países de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua.
  • Centroamérica es una de las regiones “más afectadas por el cambio climático”, pese a que solo es responsable del 0,5 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
  • La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) proyecta que la pobreza extrema subió de 11,3% en 2019 a 12,5% el año pasado y que la pobreza se incrementó de 30,5% a 33,7%. De los 78 millones de personas que sobreviven en pobreza extrema, unos ocho millones se sumaron en 2020.
  • La investigación destaca además que las mujeres y las niñas son las que “quedan en último lugar para comer, pues la prioridad es alimentar a los varones para proteger la fuerza laboral del hogar”.
  • Las familias indígenas están “aún más indefensas ante el hambre, por la persecución histórica que han padecido, la discriminación y el olvido institucional”, precisa el documento.

Esta última información nos hace recordar los recientes acontecimientos, en Costa Rica, con relación a la situación de racismo, discriminación y violación de los derechos humanos en el territorio indígena de China Kichá. Situación que viven también otros pueblos originarios de Costa Rica y de distintos lugares de América Latina.

Y ese desde dónde, con su dureza, nos motiva a hacer una lectura del texto bíblico e conexión con el deseo. Se trata de prestar atención a la trama de la vida misma, expresada en la relación y la interdependencia entre todo lo que existe. Concebir modos de vivir con dignidad y la consciencia de pertenecer a esa “casa entramada”, se requiere de otras inspiraciones, que posibiliten curar el hogar común. De estar conscientes que no estamos aislados y nunca lo estaremos. Somos profundamente entramados y no sólo entre humanos sino con todas las criaturas y entidades de la naturaleza.

Con ese deseo de prestar atención a lo entramado, a estar conscientes que el hambre de unos es, muchas veces, muestra de la hartura o el acumulo de otros, nos obliga a buscar otras puertas, que nos lleven por otros modos de vivir.

La ética de la convivencialidad

Ante el panorama expuesto en párrafos anteriores, se hace necesario pensar una ética “estructurada en torno a los valores fundamentales ligados a la vida, a su cuidado, al trabajo, a las relaciones cooperativas y a la cultura de la no violencia y de la paz. Es un ethos que ama, cuida, se responsabiliza, se solidariza, se compadece”[2], la cual pensada desde una acción concreta como la multiplicación de los panes, se abre a la convivencialidad. Concepto que usó por primera vez, Ivan Illich[3], para expresar la necesidad reestablecer los lazos entre los seres humanos y de limitar el crecimiento ilimitado más allá de los umbrales naturales. Con esto se refería a lo contrario de la productividad industrial y imprescindible de la relación con los otros y con el entorno. Y que el Papa Francisco lo retoma como la posibilidad de construir el nosotros.[4]. En este sentido, una ética de la convivencialidad sería la acción que permite la construcción del nosotros y nosotras en permanente relación de cuidado con todos los seres de la creación.

En diálogo con Mt 14, 13-21

En los evangelios, frecuentemente, encontramos a Jesús con una alta preocupación por el cuidado y la consciencia de lo entramado de la vida. Sin embargo, cuando se hace una lectura desde una mirada feminista se puede destacar que los textos son reveladores del contexto patriarcal en el cual están inmersos, y en consecuencia de las relaciones machistas, el lenguaje androcéntrico y el pensamiento kiriocéntrico con el cual son redactados.

En ese sentido, entendemos la lectura de la biblia como crítica a un pensamiento mecanicista que instrumentaliza y disocia las relaciones entre seres humanos y de estos con la naturaleza, corriendo el riesgo de avanzar hacia relaciones destructoras antropocéntricas y patriarcales.  Además, una lectura sentida como invitación a la creación de territorios existenciales donde la nota principal sea la ética de la convivencialidad.

Es así que nos encaminamos por una lectura de Mt 14, 13-21, desde su discurso socio-político y religioso: ver cómo se aproxima o se aleja de una ética de convivencialidad del existir. Por eso, las primeras preguntas que permitieron conectar con el texto fueron: 1) ¿Qué dice el texto? 2) ¿Quiénes son sus personajes? ¿Qué elementos reflejan la negación de una acción ética convivencial y lo entramado de la vida? 3) ¿Qué elementos reflejan una propuesta de cuidado y de convivencialidad?

La conexión interna del texto 

Los versículos 13-14 refieren al ambiente del cuidado y convivencialidad. Para que haya convivencia debe haber acogida o, lo que es lo mismo, no hay convivencia sin acogida, sin estar atenta, ver y compadecerse ante las necesidades de las demás personas. El versículo 14 contiene términos centrales: el verbo “ver”, “mirar”, que en su forma perfecta se traduce como “vio” o “miró”.

Se trata de un ver acompañado de sensibilidad, lo que indica algo más que una mirada simple o desconectada. Ese “ver” está acompañado del término “sentir misericordia”, “sentir que las entrañas anhelan”, “compadecer”. Y, después de esto, el verbo dserapeúo “curar”, “aliviar”, “honrar”. Dicho de otra manera, quien cura, se vuelve un cuidador, alguien que es servidora de otra.

Los dos primeros versículos presentan las bases para el tema del cuidado y de la convivenvialiadad. Para que haya convivencialidad y cuidado es necesaria la compasión, sentir en y con el propio cuerpo la presencia del otro, dejarse afectar por la otra, el otro. Esto permite, al mismo tiempo, revelar lo entramado y la potencia de existir de forma no disociada, pues Jesús, al ver, se deja afectar por la multitud y se compadece, y se hace servidor al curarla.

Los versículos 15 y 17 muestran la actitud de los discípulos, lo que nos lleva a pensar en otros modos de estar presente, lo cual identifico como un modo no convivencial. Dicho de otra manera, se trata de la negación de lo entramado de la vida. En el versículo 15, se destacan dos términos: tópos “lugar”, y éremos “desierto”, “desolado”. En palabra más común se trataría de un lugar desolado, vacío. En este sentido, la mirada de los discípulos es disociada, no pueden entender que hay relación entre lo que se tiene y la necesidad, para ellos, lo “desolado” explica la incapacidad de actuación en favor de los otros, lo que nos recuerda un tipo de pensamiento como el moderno invita a una ética de la desafición, es decir, de desinterés.

Ese tipo de pensamiento tiene resultados catastróficos para los otros. Por eso, el término a continuación es apolúo “despedir”, “soltar”, como si nada tuvieran que ver con los otros. Esto ocurre a una hora, un lugar y una situación específica. Al parecer se trata de la hora de comer, hora en la que se debe compartir el pan.

Mientras Jesús, desde una ética convivencial (“cura”, “alivia”) a la multitud enferma, los discípulos sugieren que sean “despedidas”, “sueltas”.  Este modo de concebir la humanidad no sólo invisibiliza las raíces de la ligación con la trama de la naturaleza, sino que también revela la “desafición”, en cambio deja ver el afecto predominante a un sistema individualista, (social, político, económico, moral), que genera la ceguera profunda y anula la presencia de los otros. En ese sistema y para quienes lo alimentan, la única validación ´objetiva´ y medible es la relación entre tenencia y acumulo. Esto impide a los discípulos no sólo ver, sino también escuchar a la multitud enferma.

Vemos en los versículos 16, 18-20 la acción de cuidar y la ecología del cuidado.

En el versículo 17 es central el verbo éjo cuyo significado puede ir desde “tener”, “sostener” hasta “retener”, entre otros. Todas esas posibles traducciones muestran que los discípulos parecen insistir en justificar la propuesta que hicieron en el versículo 15 y, por lo tanto, afirman: “no tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”. Retienen aquello que, en ese momento, pueden compartir. Esta actitud revela un pensar individualista que busca proteger ´lo suyo´, una actitud no convivencial, que revela preocupación por las puras matemáticas, como si la vida pudiera existir sin la vida de los otros.

Sin embargo, en el mismo texto se muestra que todavía es posible alterar esa ecuación e imaginar otras salidas, hasta ese momento impensables: Jesús propone un desvío: “no tienen por qué marcharse; darles ustedes de comer” (v.16). y, además, “instó a la gente a reclinarse sobre la hierba…” (v.19 a).

Desde la ética de la conviviencialidad, la propuesta es: ir lejos de lo que pensaban los discípulos, el término anaklíno “sentar”, “acostar”, “reclinar”, sugiere pensar en otra postura. En vez de hacerlos ir, que se sienten. El reclinarse o recostarse, era una posición conocida en ese contexto para cuando se compartía la comida, lo que está en coherencia con la acogida dada al inicio del texto.

Para ir cerrando

La ética de la convivencialidad, sugiere otros rumbos –  Jesús produce desvíos. Y con esto altera la ecuación bien aprendida que tienen los discípulos, la de una visión individual que anula la interacción de lo comunitario y, por lo tanto, es no convivencial. “Darles ustedes de comer” y que “la gente se siente”, se trata de una propuesta que invita, a una dinámica de “entrecambio” (de cruces, interacciones, entre los discípulos y la multitud).

Es posible que los discípulos estén preocupados porque la comida que tienen es poca. Sin embargo, para Jesús, el tener comida no pasa por un razonamiento matemático, en el cual impera lo cuantitativo. Lo importante, parece ser que hay comida. La cantidad no significa que necesariamente no puedan comer los otros. El que la multitud se quede ahí, es la condición para poder compartir con los demás, de poder “entrecambiar”, de tener otras prácticas distintas a la que impera. Por eso, la importancia de interrumpir y provocar otros ritmos, otra empatía. Es la vía para la convivencia, la sensibilidad y, principalmente, para atender las necesidades de los demás. El modo compasivo en cómo Jesús ve a la multitud, revela la necesidad de protegerla, de sanarla. En tanto que, el conocimiento que los discípulos muestran de la situación, revela que los seres humanos, muchas veces, estamos petrificados en nuestra propia y segura realidad.

Todo lo anterior, lleva a recordar, que ese deseo de salir de soltar a los otros, también se exprese en la forma en que el versículo 21, las mujeres no aparecen contadas en la multitud. Si bien es cierto, que no se dice nada de quienes son, a las mujeres, aunque estando ahí, no se las cuenta, un descuido provocador y revelador. Muy parecido a lo que en las sociedades patriarcales actuales sucede con las mujeres, muchas veces no contadas, no tomadas en cuenta. Una ética de la convivencialidad no sólo acoge a la multitud hambrienta, la alimenta, la sana, sino que también la identifica. Ese “entrecambio”, provocador de otros rumbos, cuenta a las mujeres, no las descarta. Ni a ellas ni a los niños y las niñas.

El mismo contexto del evangelio de Mateo, alrededor de los años 90´s d.C. nos trae información de que se trata de comunidades formadas por personas muy pobres, con quienes hay que ser compasivos (Mt 5; 25, 35-36), pero también nos dice que se trata de comunidades en que las mujeres tienen también una presencia y una propuesta en sintonía con la propuesta de Jesús. Mujeres que causan desvío, que provocan otros rumbos, tal es el caso de la mujer Sirofenicia (Mt 15,21-28; Mc 7, 1-23).

Ese contexto del texto, así como todo el análisis hecho, necesariamente, nos devuelve al contexto de donde partimos para hacer esta reflexión. Es por tantas mujeres, hombres, niñas y niños de América Latina y Caribe, y de tantos lugares en mundo, personas negras, indígenas, mestizas, blancas, que pasan hambre y que son descartadas del sistema. Personas cuyas vidas dejan ver – en medio de la pandemia del Covid 19 – todas las otras pandemias de las que vienen siendo víctimas. Personas que son soltadas a su suerte, echadas fuera, bajo la excusa de que para ellas no hay pan, trabajo, techo.

En este sentido, este pequeño texto quiere ser una denuncia, pero también un anuncio profético de que otros modos de existir son posibles y debemos hacerlos posible.

* Docente-Investigadora. Teóloga feminista, Biblista y Educadora. Email: tirsa2000@hotmail.com . Artículo escrito en conjunto con Luigi Schiavo, Docente-Investigador. Teólogo, Filósofo y Biblista. Email: gigi.schiavo57@gmail.com

[1] El hambre acecha a millones en Centroamérica por el covid-19 y cambio climático. Ver en: https://www.eleconomista.net/actualidad/El-hambre-acecha-a-millones-en-Centroamerica-por-el-covid-19-y-cambio-climatico-20210305-0011.html

[2] L. Boff. Ética y moral. Santander: Sal Terrae, 2004, p.29.

[3] Ivan Illich «La Convivencialidad», 1era. Edc. en castellano: Barral Editores, Barcelona, 1974.

[4] Papa Francisco. Fratelli Tutti, 2020