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La política democrática en Fratelli Tutti

La encíclica del Papa Francisco denominada Fratelli Tutti (“Todos hermanos y hermanas”, FT) viene despertando gran interés. Podemos afirmar que es un texto que interpela de manera especial y directa a quienes se dedican a la política, entendida como “una altísima vocación, (…) una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común”.[1] Para Santo Tomás de Aquino, en su comentario a la Ética de Aristóteles, la política adquiere el nivel de “máxima ciencia arquitectónica”. Según Diego Fares, con tal expresión, el Aquinate “entiende indicar que la política preescribe a las demás ciencias lo que deben hacer. Ella considera y promueve el fin (bien común), armoniza el orden de las partes (la ley) y remueve los impedimentos (los enemigos)”.[2]  A diferencia de Laudato Si’ (LS), en su segunda encíclica social Francisco le dedica un capítulo completo a “la mejor política” y repara particularmente en una de las formas de gobierno en el marco de la cual se desarrolla tal actividad, aspectos que tienen implicancias para la ética social. Por este tipo de hechos entendemos que el Papa avanza decididamente en la renovación en la continuidad y en la continuidad en la renovación del Pensamiento Social de la Iglesia.

Democracia y líderes populares

Fratelli Tutti es el primer texto del Magisterio de Francisco que menciona expresamente a la democracia. Tomando las tres encíclicas que publicó hasta el momento, vemos que en la poco citada Lumen Fidei (vale aclarar, un texto escrito “a cuatro manos” –con Benedicto XVI–, que en sentido estricto no forma parte del Magisterio social) se menciona que la fe “nos enseña a identificar formas de gobierno justas”.[3] En Laudato Si’ podemos decir que la alusión a la democracia es implícita, por ejemplo en las referencias a los “intereses electorales”, a “cada vez que cambia un gobierno” y a “período de gobierno”.[4]

Pero en Fratelli Tutti el Papa explícitamente alude al régimen político democrático en cinco ocasiones: critica que las “grandes palabras” como “democracia, libertad, justicia, unidad” sean “manoseadas y desfiguradas para utilizarlas como instrumento de dominación”;[5]  muestra preocupación por los “ingentes intereses económicos” que están en juego en el “mundo digital”, “creando mecanismos de manipulación de las conciencias y del proceso democrático”;[6] llama la atención sobre “palabras como libertad, democracia o fraternidad [que] se vacían de sentido” cuando el “sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada”;[7] advierte que se corre el peligro de “eliminar la misma palabra ‘democracia’”, a causa de “[l]a pretensión de instalar el populismo como clave de lectura de la realidad social”, tergiversación que tiene entre sus debilidades “que ignora la legitimidad de la noción de pueblo”;[8] y reclama el reconocimiento de los “movimientos populares”, puesto que de lo contrario “la democracia se atrofia, se convierte en un nominalismo, una formalidad, pierde representatividad, se va desencarnando porque deja afuera al pueblo en su lucha cotidiana por la dignidad, en la construcción de su destino”.[9] En resumen, así como hay un reconocimiento expreso de la democracia, vemos que los señalamientos de Francisco muestran una acentuada preocupación por su posible pérdida de sentido, por quedar reducida meramente al ámbito de lo formal, con el peligro de ser apropiada por las elites económicas, que dejan al pueblo sin incidencia en la toma de decisiones.

Además de tales observaciones, queremos destacar la marcada vocación de Francisco por renovar el diálogo con los políticos, sobre todo en el contexto de la democracia representativa, sin descuidar la dimensión participativa. En Fratelli Tutti hay una intención por contribuir a orientar éticamente a los responsables de las relaciones entre los Estados.[10] Como hijo espiritual de San Ignacio de Loyola, el Papa Bergoglio conoce muy bien el arte de formar en la ciencia del discernimiento particularmente a quienes tienen funciones de gobierno, para que sean “líderes populares”, es decir “capaces de interpretar el sentir de un pueblo, su dinámica cultural y las grandes tendencias de una sociedad”.[11] Francisco reivindica el “liderazgo popular” y previene contra sus degradaciones: la desfiguración de la palabra “pueblo” y el “inmediatismo”.[12]

Tal diálogo con los políticos es abierto y sincero, sin excluir a nadie. Esto significa que no se trata de hablar exclusivamente con quienes se reconocen como parte de la Iglesia o están cerca de sus posicionamientos, sino también con quienes pueden llegar a tener posturas disonantes y hasta ideológicamente antagónicas. Sin dudas, aquí hay un gran desafío. Recordemos que en Evangelii Gaudium (EG), al decirnos que “el modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad”, Francisco señala para la “acción pastoral” y la “acción política” que “[a]ún las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar que no debe perderse”.[13] En Fratelli Tutti va más lejos, afirmando (al comentar la parábola del buen samaritano): “La paradoja es que a veces, quienes dicen no creer, pueden vivir la voluntad de Dios mejor que los creyentes”.[14]

Se trata de señalamientos que claramente tienen implicancias para la política democrática, donde es necesario hacer realidad el “sueño de fraternidad y amistad social”[15] en cada pueblo y entre los pueblos. Recordando que “la unidad es superior al conflicto”,[16] hay que saber trascender las lógicas partidarias en pos de construir (en unión y distinción) la “cultura del encuentro”, que se opone a la “cultura del enfrentamiento”.[17]

La “caridad política”, necesaria para fortalecer la democracia 

Francisco señala cuál es el criterio de la “buena política”: aquella que “une al amor la esperanza, la confianza en las reservas de bien que hay en el corazón del pueblo, a pesar de todo”,[18] la política en la cual el poder es servicio, no omnipotencia o prepotencia, sí “amor social” operante (efectivo) que edifica “un mundo nuevo”.[19]  Y concluye su capítulo dedicado a “la mejor política” dejando estos interrogantes para que el político (de vocación o de profesión), mediante el discernimiento, pueda llegar a ser un líder popular: “Pensando en el futuro, algunos días las preguntas tienen que ser: ‘¿Para qué? ¿Hacia dónde estoy apuntando realmente?’. Porque, después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será: ‘¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí?’. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: ‘¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?’ ”.[20]

Sin dudas un líder popular fue Abraham Lincoln. Destacamos su alto compromiso personal con la sanción de la XIII Enmienda (1865) para abolir la esclavitud en los Estados Unidos, lacerado por la guerra civil.  En el film que le dedicó Steven Spielberg (2012),[21] se pone en boca del representante del sector radical del partido republicano, Thaddeus Stevens (interpretado por Tommy Lee Jones), estas palabras: “la medida más importante del siglo XIX aprobada gracias a la corrupción urdida por el hombre más puro de América”.

La alusión al término “corrupción” nos puede dejar un tanto perplejos, máxime habiendo sido Lincoln formado en un hogar baptista, alguien definido como un “apasionado de Dios” y gran lector de la Biblia.[22] Consideramos que la frase nos debe inspirar un sereno y renovado abordaje de la relación entre ética y política, evitando dos tentaciones ideológicas: el rigorismo purista (como si la política no fuese hecha por varones y mujeres concretos, con sus luces y sombras) y el laxismo autonomista (como si se deba renunciar a que la ética ayude, corrija y oriente a la política, abierta cada una a “un intercambio de dones”[23]). A su vez, como enseñaba Juan Carlos Scannone, el recordado maestro del Papa, es bueno tener presente que la trascendencia permea “a la ética, de ‘gratuidad’ –que la libra de todo rigorismo–, y a la política, de ‘amistad’ social, más allá de la mera justicia, aunque presuponiéndola”.[24]

En su histórica visita al Congreso de los Estados Unidos (2015), Francisco expresó que allí “la democracia está radicada en la mente del pueblo” y dijo que hablaba “como hijo de inmigrantes”. Ante los congresistas recordó positivamente a cuatro “ciudadanos” de dicho país, entre ellos un político profesional: Lincoln. No sin admiración, el Papa le dedicó estas palabras: “Estamos en el  ciento cincuenta aniversario del asesinato del presidente Abraham Lincoln, el defensor de la libertad, que ha trabajado incansablemente para que ‘esta Nación, por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad’. Construir un futuro de libertad exige amor al bien común y colaboración con un espíritu de subsidiaridad y solidaridad”.[25]

Esa valoración positiva nos permite recordar que, como insistía el tres veces presidente argentino Juan Domingo Perón, “la política no se aprende, la política se comprende”. Así, con actitud comprensiva y realista, Francisco, por un lado, llama a “rechazar el mal uso del poder, la corrupción, la falta de respeto a las leyes y la ineficiencia”.[26] Por el otro lado, afirma que “[c]ualquier empeño”[27] en la construcción de “una amistad social que integre a todos” llega a ser “un ejercicio supremo de la caridad”. Y esto se entiende en el sentido de que “un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en ‘el campo de la más amplia caridad, la caridad política’. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social”.[28] De manera que, en línea con la tradición agustiniana, la justicia es la medida de la buena política. Lo que al fin de cuentas importa es obrar políticamente con magnanimidad, que desde la tradición jesuita el Papa entiende como “no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo [estar] concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy”.[29]

Todos estos señalamientos tienen fuertes implicancias para la situación actual de la democracia, a la cual Francisco alude desde la etimología del término: “gobierno del pueblo”.[30] En las antípodas de la anti-política que conlleva el “paradigma tecnocrático”,[31] con Fratelli Tutti el Papa hace una apuesta renovada y contundente por “rehabilitar una sana política”,[32] llamando la atención sobre la necesidad de poner a la democracia, en definitiva, a salvo de dos amenazas: ciertas “formas populistas” y ciertas “formas liberales”, cuya dificultad compartida es la incapacidad “para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas”.[33] La caridad política se revela como la propuesta superadora ante tales peligros y es la clave para fortalecer la democracia. A partir del diálogo con quienes se comprometen activamente con la caridad política y por ende, trabajan por la justicia social y el desarrollo humano integral para todos, retomamos la frase de Lincoln en su célebre discurso de Gettysburg en 1863 (citado en parte por el Papa en el Capitolio) y nos animamos a pedir que el mundo “por la gracia de Dios, tenga una nueva aurora de libertad, y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra”.[34]

[1] FT 180.

[2] Fares, Diego (2016). “El Papa Francisco y la política”, Criterio, Nº 2424. Recuperado de: https://www.revistacriterio.com.ar/bloginst_new/2016/04/01/el-papa-francisco-y-la-politica/

[3] LF 55.

[4] LS 178 y 181.

[5] FT 14.

[6] FT 45.

[7] FT 110.

[8] FT 157.

[9] FT 169.

[10] FT 126 y 127.

[11] FT 159.

[12] FT 160 y 161.

[13] EG 236.

[14] FT 74.

[15] FT 6.

[16] FT 245.

[17] FT 30.

[18] FT 196.

[19] FT 183.

[20] FT 197.

[21] Película basada en el libro de Doris K. Goodwin (2005). Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln.

[22] Malavia, Miguel A. (2019). “La fe de Abraham Lincoln”, Vida Nueva. Recuperado de: https://www.vidanuevadigital.com/2019/05/02/la-fe-de-abraham-lincoln/

[23] EG 246.

[24]Scannone, Juan C. (2012). “La trascendencia como intrínsecamente constitutiva de ética y política”, Open Insight, v. III, n.  3 (Enero), p. 124.

[25]Papa Francisco (2015). Visita al Congreso de los Estados Unidos de América. Recuperado de: http://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/september/documents/papa-francesco_20150924_usa-us-congress.html

[26] FT 177.

[27] Consideramos que en el fondo aquí está presente la máxima ignaciana: “…tengamos con otros la misma orden que el enemigo [de la naturaleza humana] tiene con una buena ánima todo para el mal, nosotros todo para el bien, es a saber: el enemigo entra con lo otro y sale consigo…” (Cf. Ejercicios Espirituales 332).

[28] FT 180.

[29] Gaudete et Exsultate 169.

[30] FT 157.

[31] LS 166.

[32] FT 168.

[33] FT 155.

[34] Cit. en Malavia, “La fe de Abraham Lincoln”.